La exitosa reforma del sector eléctrico chileno, en la primera mitad de la década de 1980, propició la desagregación vertical y horizontal de la generación, transmisión y distribución; y la privatización a gran escala.
El sector eléctrico se basaba en la generación de energía térmica e hidroeléctrica.
Tras los cortes de gas natural provenientes de Argentina, en 2007 Chile comenzó la construcción de su primera planta de gas natural licuado y de regasificación en Quintero para asegurarse el suministro.
Además, se construyeron nuevas centrales hidroeléctricas y de carbón.
Sin embargo, el desarrollo que han alcanzado las energías renovables en los últimos años es realmente importante.
En 2015 se ha producido un 10% de energía renovable del total de la matriz energética. Sólo 5 años antes, la cifra era del 1,47%.
En julio de 2015 la generación eléctrica fue de 6.163 GWh, con 617 GWh atribuibles a energías renovables (14% solar).
Por si esto fuera poco, entre 2015 y 2017 Chile duplicaría su actual capacidad de generación a partir de renovables con 2,4 GW de proyectos en ejecución (la potencia renovable instalada actual es de 2,2 GW), superando su objetivo para 2025 del 20% de generación con energías limpias.
La Hoja de Ruta señala que al menos un 70% de la matriz eléctrica en 2050 debe provenir de fuentes renovables, con énfasis en energía solar y eólica, complementadas con nuevos desarrollos hidroeléctricos.
Las proyecciones señalan que para el 2030 el aporte renovable podría alcanzar entre el 35% y 40%.
El Gobierno de Chile otorgó autorización para construir la planta de almacenamiento de energía solar más grande del mundo en la región norteña de Atacama, que aportará 260 MW al Sistema Interconectado Central.
Copiapó Solar, con una inversión de U$D 2.000, incorpora un sistema híbrido de torres de concentración equipadas con almacenamiento térmico de sal fundida en combinación con paneles solares fotovoltaicos y comenzaría a operar en 2019.
La otra cara de la moneda es la falta de una postura más concreta y proactiva en relación a la generación distribuida y a la energía solar térmica, soluciones que tienen un positivo y directo impacto en el bienestar de la comunidad y de las Pymes, además de democratizar el sector energético.
La situación más preocupante es la de la industria solar térmica con escaso desarrollo desde que, en diciembre de 2013, la ley que le dio impulso dejó de existir.
Respecto al desarrollo solar fotovoltaico de pequeña generación, la esperada entrada en vigencia de la Ley 20.571 en octubre 2014, que permite que pequeños generadores (menores a 100 KW) puedan aportar sus excedentes de autoconsumo a la red eléctrica, no tuvo los resultados esperados.
A mediados de 2015 sólo se había concretado 1 conexión y 202 estaban en trámite.
El país quiere ser potencia solar y no fomenta su uso masivo. Suena contradictorio.
Esto ocurre porque Chile aún está enfocado en el antiguo modelo de sector eléctrico, que consiste en grandes plantas de generación, las necesidades de transmisión asociadas y la clásica distribución de electricidad.
Intuimos que el moderno modelo de sector eléctrico se basa en 3 pilares: eficiencia energética, generación distribuida y energías renovables.
El gran potencial que tienen las tecnologías solares a pequeña escala aún no se está aprovechando porque se requieren incentivos más potentes para acelerar su desarrollo.
Créditos blandos para Pymes y particulares y un sistema Net metering más atractivo podrían generar un gran impacto y convertir a Chile en una potencia en autogeneración.
Respecto del tejido empresarial, la solar fotovoltaica tiene predominio sobre la térmica. Son mayoría las pequeñas empresas y generalmente no se dedican en exclusividad a la energía solar como negocio.