Brasil es rico en recursos naturales. El 44% de su energía procede de renovables.
Es líder en producción de biocombustibles y muy importante el aporte de centrales hidráulicas.
Se sitúa entre los países en vías de desarrollo con mayor potencia eólica instalada, sobre todo en la zona del litoral de Maranhão, Piauí, Ceará y Rio Grande do Norte.
El programa PROINFA estableció la contratación de 3300 MW de energía renovable. Se realizaron cuantiosas inversiones en eólica y biomasa. Sin embargo, la energía solar no fue incluida y se quedó rezagada en la integración energética; sobre todo en plantas a gran escala conectadas a red.
La matriz energética verde de Brasil era envidiada por muchas naciones y el orgullo de un gobierno convencido de que conducía al país hacia el estatus de superpotencia económica.
Tres cuartas partes de la electricidad brasileña provenía de centrales hidroeléctricas y los automóviles se movían principalmente a etanol de caña de azúcar.
El país acababa de descubrir gigantescas reservas de petróleo frente a sus costas.
Hoy el panorama no es tan promisorio.
La producción de petróleo está cayendo y se debate racionar la energía eléctrica, lo que deprimiría aún más la economía.
Los problemas comenzaron cuando Brasil intentó aumentar el control sobre sus recursos y acabó asustando a los inversores.
Se profundizaron porque el país tiene una fuerte dependencia hidroeléctrica (2/3 de la generación) y enfrenta una de sus peores sequías.
La realidad es que el sector eléctrico de Brasil está plagado de ineficiencias.
La nueva ley petrolera aprobada en 2010 buscaba garantizar el control estatal sobre los grandes yacimientos descubiertos bajo el mar frente a los estados de Río de Janeiro y Sao Paulo, exigiendo que Petrobras aumentara su participación dominante en la explotación y producción.
Empresas con proyectos de largo plazo en Brasil redujeron sus planes o simplemente se marcharon.
Pero lo más perjudicial fueron las políticas de precios de la gasolina.
El gobierno impidió que Petrobras elevara los precios de la gasolina y el diésel para contener la inflación y la petrolera incurrió en sus primeras pérdidas en 13 años.
La gasolina artificialmente barata volvió no competitiva a la industria local de biocombustibles. Los productores respondieron cortando la producción, lo que disparó los precios del etanol.
Como cada litro de gasolina lleva 1/4 de etanol, aumentó el costo de la gasolina.
Para evitar un aumento de la inflación, el gobierno redujo a fines del 2011 el porcentaje de etanol en la mezcla a 20%.
Con las refinerías al máximo de capacidad, Petrobras no tuvo más remedio que importar gasolina a precios de mercado y venderla a pérdida.
El otro gran golpe fue el plan del gobierno para forzar una caída del 20% en los precios de la electricidad en 2014, deslizando que las compañías eléctricas tendrían que conformarse con menores márgenes de rentabilidad.
La respuesta de los inversores fue vender las acciones de las eléctricas.
Las acciones de Eletrobras, la mayor generadora de América Latina, perdieron ese año más de 2 décadas de ganancias.
Aunque la energía solar no estuvo contemplada en el PROINFA y no existe una estrategia estatal para incentivarla, Brasil ha implementado varios programas sobre todo para la electrificación en comunidades rurales.
El más importante ha sido el PRODEEM, que supuso un salto para el know-how de la industria solar local con una implicación importante en investigación y en centros universitarios.
El otro fue el programa “Luz para Todos”, impulsado por el gobierno estatal en 2003 con la ambiciosa meta de llevar energía eléctrica a 10 millones de personas.